Es innegable que Johnson está en lo cierto: a la mayoría de los seres humanos les encanta coger «ciegos». Desde el momento en que aprendimos a quemar, fermentar o sintetizar de alguna forma sustancias que alteran la mente –alcohol, cocaína, LSD…-, hemos encontrado modos de incorporarlas a nuestra vida sexual, ampliando y refinando los placeres que produce el sexo.
Teniendo en cuenta el tiempo que hace que el ser humano ha mezclado drogas y sexo, uno podría pensar que a estas alturas tenemos un amplio conocimiento de ambos. Pero como Johnson puede demostrar –pues se dedica a realizar ensayos clínicos probando los narcóticos en los humanos-, las drogas nos afectan a todos de forma distinta. Algunas influyen directamente en nuestra percepción de lo que nos rodea, mientras otras actúan sobre el cerebro de forma tan intensa que los efectos durante el sexo son absolutamente impredecibles: podrían llevarnos a un estado de éxtasis total o a tomar decisiones arriesgadas y peligrosas que podrían tener consecuencias negativas para nuestra salud y para el bienestar de nuestras parejas. Incluso pueden desempeñar un papel perturbadoramente crucial en los asaltos sexuales que se perpetran con demasiada frecuencia.
Es esencial disponer de algo de información antes de tirarte a «la piscina». Para ayudarte, hemos recopilado comentarios de foros de aficionados a las drogas, los pocos estudios que existen y las respuestas de todas las personas a las que hemos podido preguntar a entusiastas o médicos y psiquiatras.
TODAS LAS ILUSTRACIONES POR CARLY JEAN ANDREWS
Alcohol
La bebida probablemente sea la droga más utilizada para iniciar o potenciar el sexo. Según algunos estudios, el alcohol puede estar involucrado en más de la mitad de todas las relaciones sexuales de los EUA, al menos entre la gente joven, aunque no sabemos a ciencia cierta si siempre se utiliza para embriagarse o como método de lubricación social. Como cabe esperar, abundan las historias con sexo y alcohol. Algunas anécdotas sugieren que los bebedores ocasionales ven potenciado su interés sexual, la libido o el orgasmo, mientras otros, por el contrario, experimentan problemas en esos aspectos.
«Al parecer no es que la gente disfrute más el sexo [estando borracha o un poco embriagada]», explica Johnson. «Probablemente se trate del efecto desinhibidor que tiene el alcohol, que mitiga la ansiedad social que por lo general conlleva el acercamiento a un posible compañero sexual. O te da valor para sugerir una práctica sexual que de otro modo no propondrías, sobre todo con parejas nuevas».
Muchas de las sensaciones que experimentamos estando borrachos son manifestaciones de nuestras expectativas. Si esperamos ponernos cachondos y coger, seguramente nosotros mismos cumpliremos esa profecía.
El alcohol facilita la comunicación de nuestros deseos de forma más abierta o ayuda a relajarse y obtener placer a alguien que sienta dolor debido al estrés y la tensión. Para la mayoría, este es el efecto que provoca consumir unas pocas bebidas a lo largo de una noche. Si bebes más de la cuenta, entonces empiezan los problemas.
El alcohol, sobre todo si se consume en grandes cantidades, no solo empaña las inhibiciones, sino también los procesos de toma de decisiones a largo plazo e incrementa la posibilidad de practicar sexo sin protección. Afecta al cerebro, el sistema nervioso y al cuerpo;puede provocar disfunción eréctil, entorpecer las sensaciones y dificultar y retrasar los orgasmos tanto en hombres como en mujeres. Asimismo, la deshidratación que provoca el alcohol puede impedir la correcta lubricación de la mujer y, por tanto, acabar haciendo el sexo más doloroso.
El alcohol puede hacer que veamos a todo el mundo guapo, pero también tiene un lado oscuro: esta sustancia juega un papel muy importante en las agresiones sexuales y las violaciones, ya que inhibe la conciencia de uno mismo y la capacidad de dar consentimiento.
Anfetaminas
Probablemente hayas oído infinidad de historias sobre fiestas sexuales amenizadas con cocaína. Ello es porque las anfetaminas son uno de los pocos narcóticos que verdaderamente poseen cualidades afrodisiacas. Según Steven Shoptaw, profesor de UCLA y psicólogo especializado en adicciones, el consumo de algunas anfetaminas se extiende a varios sectores demográficos, algo inusual en la mayoría de drogas. Así, también hay amas de casa que recurren al cristal para mantener activo su apetito sexual, mitigado por todas las tareas del hogar y el cuidado de los hijos.
Las anécdotas de sexo con anfetaminas suelen ir acompañadas de calificativos como bestial o invencible, como puede comprobarse en The Casual Sex Project (CPS), una serie de testimonios recopilados por la investigadora Zhana Vrangalova para estudiar las experiencias sexuales más allá de los límites convencionales y de la monogamia. Una de los sujetos de estudio, «Aslan», mujer panameña de 34 años y casada, describió así su aventura sexual con cocaína:
«Fue sexo primario y salvaje con un guapo desconocido. Todo fue casi surrealista. Luego empezaron a asaltarme un poco los remordimientos de conciencia por mi reputación y la posibilidad de estar embarazada o de contraer ETS».
Algunos consideran las anfetaminas como simples ayudas para permanecer despierto y concentrado, mientras que otros aseguran que cortan el rollo o atribuyen su disfunción eréctil a su consumo. Pese a la diversidad de opiniones, los estudios científicos señalan que la inmensa mayoría de las personas que esnifan o se inyectan anfetaminas alcanzan el nirvana del sexo.
Según Shoptaw y Larissa Mooney, también profesora especializada en adicciones a sustancias en UCLA, las anfetaminas inundan el cerebro de dopamina, el agente químico que provoca el placer, y de norepinefrina, una sustancia vigorizante, haciéndonos sentir extremadamente optimistas, rebosantes de energía y centrados. Pero estas sustancias también alteran nuestra capacidad de tomar decisiones y pueden provocar que nos centremos demasiado en nuestros deseos personales y en los resultados a cortos plazo. La droga aumenta el ritmo cardiaco y la presión sanguínea, efecto que puede potenciar la sensación física y, a su vez, retrasar el orgasmo.
Existen sutiles diferencias entre los distintos tipos de anfetaminas. Los efectos de la coca generalmente desaparecen al cabo de una hora, mientras que los de la metanfetamina pueden prolongarse hasta 11 o 12 horas. Ambas te harán sentir como un dios del sexo: todo parece increíble y eres capaz practicar sexo durante más tiempo de lo habitual.
«Con las anfetaminas, la gente puede follar y follar y follar sin llegar a correrse», explicó Shoptaw.
Pero estas drogas también conllevan riesgos sexuales y no sexuales. Al predisponer al sexo desenfrenado, muchas personas pueden acabar sangrando o sufriendo rozaduras. Combinado con la falta de sueño y una disminución de la capacidad para evaluar posibles riesgos, el impulso que provocan las anfetaminas para obtener placer inmediato convierte a la coca, la metanfetamina o las pastillas en la mejor forma de contraer enfermedades.
El consumo de anfetaminas a largo plazo puede provocar impotencia y, lo más preocupante, es capaz incluso de destruir los receptores del placer, anulando tu capacidad de disfrutar del sexo estando sobrio.
Marihuana
El segundo narcótico más utilizado después del alcohol probablemente sea la hierba. Al igual que ocurre con el primero, las anécdotas de sexo bajo sus efectos son de lo más variadas. Algunos lo consideran un afrodisiaco que permite tener erecciones más duras y lubricar mejor y potencia las sensaciones; o un relajante que contribuye a liberar tensiones. Otros, sin embargo, aseguran que su consumo les hace perder el interés en el sexo. Pese a ello, los estudios sobre el sexo bajo los efectos del cannabis indican que la mayoría de los que lo consumen experimentan efectos positivos durante las relaciones.
«Por lo general, dos tercios de los consumidores más experimentados asegura experimentar una mejora de las relaciones sexuales», concluyó Mitch Earleywine, psicólogo estudioso del cannabis en SUNY, Albany. «Existen estudios antiguos que señalan que aquellos hombres que habían consumido cannabis se mostraban más atentos con sus parejas y la mayoría aseguraba que tanto sus orgasmos como el apetito sexual y la receptividad eran más intensos bajo los efectos de la marihuana».
Existen infinidad de teorías sobre los ajustes neuroquímicos que produce la maría en nuestro cerebro para generar esas experiencias. En cualquier caso, se sabe que la hierba potencia las sensaciones y puede aumentar o atenuar el deseo sexual, en función del estado mental del sujeto y de su entorno.
Tal como indica Earleywine, «los cannabinoides modulan la capacidad de reacción de la amígdala a los estímulos en general, y la amígdala tiene mucho que ver con los sentimientos intensos, especialmente los sexuales. De alguna forma, el cannabis hace que la amígdala interprete los estímulos normales como más divertidos y sexuales de lo que realmente son».
Como muchos ya sabrán por experiencia, la hierba también puede magnificar el miedo y la depresión y causar paranoia, suprimiendo por completo tu apetito sexual o distrayéndote. Asimismo, cabe señalar que algunos estudios sugieren que el consumo crónico del cannabis puede producir un descenso de la fertilidad y disfunción eréctil.
A diferencia del alcohol o las anfetaminas, no se ha demostrado que el cannabis provoque comportamientos sexuales agresivos. Además, teniendo en cuenta que su consumo está cada vez más regulado, para muchos presenta el mejor equilibrio entre seguridad y fiabilidad de las sustancias de esta lista.
Los cannabinoides sintéticos merecen mención aparte, dada la falta de datos científicos al respecto, aunque no recomendamos su uso bajo ninguna circunstancia.
MDMA
A juzgar por la docena de historias de sexo ocasional potenciado por la MDMA que se pueden encontrar en la base de datos de CSP, uno podría creer que se trata de otro de tantos estimulantes afrodisíacos. Veamos la historia de «DJ», un hombre de 30 años que consumió esta droga para tener un encuentro sexual con una persona a la que conoció en un sitio web de citas para adultos:
«En un momento dado, sentí como si estuviéramos en otro tiempo y en otro lugar, y que nada importaba excepto el placer del momento. Fue increíble. Empezamos a eso de las siete de la tarde y no paramos de hacer el amor hasta las siete de la mañana».
Toda una maratón de anfetaminas. En algunos estudios, la mitad de los sujetos con los que hablaron los investigadores afirmaron haber experimentado un aumento del deseo sexual, hecho que constata la capacidad estimulante de la droga. Sin embargo, dichos efectos se contradicen con las propiedades farmacológicas de la MDMA.
«La MDMA pura produce euforia y un sentimiento de empatía en la mayoría de las personas», explicó la investigadora sobre MDMA Karen McElrath. «Habrá personas que consuman MDMA que experimenten una sensación de cercanía emocional (incluso con desconocidos), aunque sin el deseo de consumar sexo con penetración».
Pese a que mucha gente sigue recurriendo a las cualidades potenciadoras de la MDMA, en la mayoría de ocasiones prevalecen los efectos negativos, como la disminución del deseo sexual o la disfunción eréctil.
Hay que señalar que no está claro si esa característica emotiva-sensitiva se extiende a las otras variantes de la MDMA (catinonas sintéticas como la MDPV, también llamadas sales de baño) que suelen venderse en las calles como MDMA.
Como argumenta McElrath, «Se ha establecido cierta relación entre las catinonas sintéticas y la excitación sexual, aunque es un campo sobre el que existe escasa investigación. No cabe duda de que las catinonas sintéticas tienen propiedades estimulantes y, como cualquier otro estimulante, pueden aumentar el deseo y prolongar la actividad sexual», pero también conllevan riesgos similares.
Alucinógenos
Las drogas psicodélicas y disociativas (clasificación, esta última, muy amplia y que engloba sustancias como la DMT, la LSD, la ketamina o el PCP) son las más subjetivas y poco fiables del mercado. Basta con echar un vistazo a las historias de los consumidores: en la base de datos de CSP encontramos el relato de «Matthew», un chico de Texas de 33 años que recuerda un viaje que tuvo a los 16. Su descripción de la experiencia haría creer a cualquiera que se trata de un afrodisiaco:
«Les tiraba la caña a todas porque solo podía oler su lujuria cuando las miraba a los ojos… La cogía por la cintura y la acercaba a mis labios, luego paraba y volvía a empezar, como en un juego de provocación y flirteo delante de nuestro grupo de amigos. Estoy seguro de que decían algo, pero nosotros estábamos en nuestro mundo».
Pero para otros consumidores, el LSD provoca demasiadas distracciones y viajes extraños como para crear predisposición sexual.
Lo mismo ocurre con la psilocibina, las setas alucinógenas. Hay personas que aseguran que provoca un deseo primitivo, casi como el que genera la anfetamina. Otros, en cambio, dicen que sus efectos se asemejan más a los de carácter emocional propios de la MDMA. Es el caso de «Anna», de 35 años, que recuerda el viaje que experimentó a los 18, afirmando que las setas le hicieron sentir más cerca que nunca de un chico por el que jamás había sentido nada antes y que no tuvieron efecto sobre su deseo sexual.
En cualquier caso, este tipo de sustancias, ya sea DMT,ketamina, peyote o PCP, tienen algo en común: su imprevisibilidad.
Según Johnson y Michael Kometer, neuropsicólogo especialista en estados alterados de la universidad d Zúrich, ello se debe al potente efecto que tienen estas drogas sobre el cerebro humano. Cada una de ellas afecta a receptores ligeramente distintos. La LSD tiene un efecto más amplio e impredecible. La DMT es potente y quien la consume, por lo general, estará demasiado inmovilizado y ausente como para practicar sexo; y el PCP y la ketamina provocan una estimulación profunda del cerebro, por lo que resultan particularmente destructivas y peligrosas (incluso pueden hacer que dejes de respirar). al margen de sus pequeños matices, todas ellas tocan ciertos puntos que provocan que relajemos nuestro patrón de pensamiento.
«Todavía queda mucho por aprender y constatar, pero parece ser que este tipo de drogas propician un mayor estado de conciencia sobre la propia identidad», explica Johnson. «Podríamos pensar en ello como en una forma de conciencia más libre… Que puede provocar pánico, ansiedad y la pérdida de los límites de la identidad. También podría inducir estados extáticos dominados por un intenso sentimiento de unidad con el universo y con el todo».
Dependiendo de quién eres, dónde estas y en qué estado mental te encuentras, podrás tener experiencias sexuales alucinógenas radicalmente diferentes. Se trata, por tanto, de un campo altamente idiosincrático y sobre el que hay muy poco estudiado. Basándose en sus observaciones sobre la psilocibina, Johnson cree que esa pérdida del yo puede desencadenar una especie de empatía que resulta muy útil para reavivar el romanticismo y la chispa en relaciones largas. Parece ser, pues, que el sexo psicodélico se disfruta más con alguien con quien te sientes cómodo, más que en un encuentro ocasional.
Si quieres aumentar las posibilidades de tener un colocón agradable con alucinógenos, lo más recomendable es convertirse en un psiconauta y aprender qué sustancias, dosis y entornos funcionan mejor para ti. Los que tengan intención de experimentar con el sexo y la ketamina o las setas sin preámbulos deben recordar que la clave está en tomar dosis pequeñas. Según las experiencias recopiladas, es más probable que aumente el apetito sexual hacia el final del viaje (si nos basamos en la evidencia que reunió Kometer) y es más probable que los disfrutes en un entorno cómodo y seguro.
Nitritos
Los nitritos, también conocidos como «poppers», son probablemente la droga más vinculada con el sexo de toda la lista. A pesar de ciertas regulaciones, en general la venta de poppers es legal siempre y cuando sea bajo un nombre eufemístico. Por eso existen tantas anécdotas vívidas de sexo con nitritos.
Los nitritos relajan tu cuerpo y se dice que producen sensaciones intensas y breves que te ponen muy cachondo. Un anónimo de 19 años habla sobre esta propiedad relajante en su encuentro con un hombre de 41 años que conoció en Grindr:
«Me dio poppers para que me relajara y para que el sexo fuera más tolerable».
Por otro lado, «Peter», un hombre heterosexual de 33 años de edad que tuvo un encuentro sexual con otro hombre después de probar los poppers, hizo énfasis en las sensaciones intensas que experimentó en el relato incluido en la base de datos de CSP:
«La sensación era tan intensa que creí que mi cabeza iba a explotar y era como si a los dos nos hubiera poseído algo. Nos abalanzamos el uno sobre el otro y sentí que lo deseaba tanto que iba a morir si no lo tenía. Fue muy intenso y abrumador. No recuerdo mucho de lo que pasó durante los minutos que siguieron pero sí recuerdo que me corrí por todas partes y me sentía muy excitado».
Aunque suene un poco extremo, los poppers son muy simples en el aspecto fisiológico. Los nitritos de amilo son los que más se utilizan como vasodilatadores –sustancias que relajan los vasos sanguíneos–, aunque a veces también se utilizan las soluciones de isobutilo, ciclohexilo, isopentilo e isoamilo. Lo más importante es que no solo relajan los vasos sanguíneos, sino los tejidos blandos, como el ano y el esfínter, lo cual hace de los poppers un combo perfecto para los amantes del sexo anal.
Los poppers son peligrosos si no se almacenan en las condiciones correctas. También pueden producir quemaduras si entran en contacto con la piel porque son altamente inflamables. Implican riesgos para los que padecen ciertas enfermedades y aunque su efecto placentero se combina bien con otras drogas, es peligroso mezclarlos con tratamientos para la disfunción eréctil porque la disminución de la presión arterial puede provocar desde un desmayo hasta la muerte dependiendo de tu estado de salud. Sin mencionar que tener sexo anal con los músculos relajados hace que sea más intenso, lo cual provoca desgarres y hemorragias, y aumenta el riesgo de contraer alguna enfermedad.
Shoptaw mencionó que no todos los poppers que están a la venta son nitritos. Es decir, cuidado con lo que os metéis.
Opiáceos
Los opiáceos contienen heroína y un gran número de analgésicos y sedantes. Probablemente son los menos sexys de toda la lista. Tiene sentido, considerando que los opioides son la causa de gran parte de las muertes por sobredosis. El único relato en la base de datos de CSP que incluye un tipo de opiáceos es de una mujer de 32 años de edad que tuvo sexo con un surfista durante sus vacaciones en Oahu tras sufrir una herida leve y se quedó dormida sobre él después de mezclar por accidente alcohol con analgésicos. En otros relatos anónimos de páginas que se especializan en drogas, los opiáceos eliminan el apetito sexual, hacen que sea imposible llegar a un orgasmo y, sobre todo, te dejan sumido en un estupor total.
Los opiáceos son de los narcóticos menos estudiados en lo que respecta al sexo porque, según Johnson, su consumo durante el coito es muy raro como para considerarse un fenómeno a nivel demográfico.
«Son diferentes de los sedantes clásicos como los barbitúricos», señaló. «Pero, en esencia, sí tienen un efecto sedante. Producen sueño y para tener sexo [consensuado y con recuerdos sobre éste] es necesario estar despierto».
McElrath agregó que «Gran parte de la gente adicta a la heroína tiende a experimentar un apetito sexual bajo sin importar que la relación con su pareja sea breve o duradera».
Esto parece estar relacionado con la farmacología de los opiáceos, la cual, por lo visto, se vinculan a ciertas zonas de tu cerebro para inhibir la producción de los neuroquímicos que se asocian con las sensaciones eróticas. Esto se aplica a todo, desde la codeína hasta la heroína. Algunos opiáceos son más adictivos que otros y algunos son mejores con dosis médicas controladas. No obstante, ninguno difiere lo suficiente en su farmacología como para producir efectos sexuales distintivos.
Aunque hay una minoría que asegura disfrutar del sexo bajo el efecto de los opiáceos, ya sea porque una dosis pequeña provoca alteraciones en la noción del tiempo, lo cual prolonga las experiencias sexuales (en especial para los que padecen de eyaculación precoz) o porque aumentan la relajación y la comodidad. O simplemente porque te ponen medio loco sin que pierdas la consciencia.
¿Y ahora qué?
Consumir drogas puede ser muy peligroso y es difícil disfrutar el sexo bajo sus efectos, en especial si las adquieres en el mercado negro. Aunque ya hayas probado una droga, añadir sexo a la ecuación conlleva nuevos factores vivenciales que debes considerar, así que ten cuidado. O podrías tener sexo sobrio, un acto que por sí solo ya implica suficientes riesgos hoy día por todas las enfermedades de transmisión sexual y las parejas raras que están al acecho.
Hace falta investigación científica sobre el impacto que tienen las drogas en el sexo. Por esta razón, drogarse y tener sexo es todavía peligroso. Lo único que podemos decir con seguridad es que cada persona vive una experiencia única cuando combina sexo y drogas. Trata de no guiarte por las experiencias que te cuentan otras personas ni creerte todo lo que te digan. Y por último, no olvides que tu pareja tal vez no sienta lo mismo que tú con determinada droga. Si tienes dudas sobre drogas, sexo y tu cuerpo, lo mejor es que hables con un médico.
Con información de VICE