método anticonceptivo de largo plazo para evitar un embarazo no planificado. A continuación la experiencia de Mariana:
Cuando terminé con mi ex novio, decidí aventarme a usar Tinder de lleno. Al principio, únicamente me limitaba a platicar. Después, me aburrió y opté por borrarlo, hasta que por ocio y curiosidad, lo bajé de nuevo (Como las buenas series, tengo temporadas para esta aplicación).
Le platiqué a mi jefa sobre la experiencia con ésta y las invitaciones a salir, y juntas llegamos a la idea de llevar a cabo un “experimento social”: durante la semana laboral, saldría en cinco citas de Tinder con cinco desconocidos.
Comparto lo que viví porque considero que me dejó algunos aprendizajes que, si estás por animarte a salir, quizá puedan ayudarte.
Lunes – La “equis”
Creo que esta es una cita que toda nueva usuaria de la app debería tener. Para mi fortuna o infortunio, fue la primera y me pensé que si todas eran así, me costaría llegar al viernes.
La salida fue… Equis, es decir nada fuera de lo extraordinario o lo memorable. El muchacho en cuestión, un chico de Hidalgo, me caía bien, sí, pero nada trascendental. Nos reunimos en un café temático, reímos a ratos, pero el silencio incómodo se hizo sentir en más de una ocasión y, sinceramente, me aburrí.
Hablamos un par de veces más, pero después perdimos contacto porque… ¿Equis?
Martes – La musical
Luego de que llegara a casa, me dispuse a planear la cita del día siguiente. El match era un cantante de ópera (Sí, señores, soy fan de ésta y nada me pareció más interesante que conocer de primera mano a uno). Para “medirle el agua a los camotes”, platicamos una o dos horas; la conversación fue tan variada y enriquecedora que se prolongó hasta las cuatro de la mañana.
Por impulso y por amor al arte, le dije que nos reuniéramos en Bellas Artes antes de irnos a trabajar. Total, ninguno había dormido y estábamos “en vivo”.
Llegué a las 6:30 de la mañana, poco antes del amanecer. Para mi decepción, el hombre en cuestión no era nada de lo que su increíble voz ni sus buenas poses me hicieron creer, sin contar que era demasiado excéntrico para mí (Y miren que por lo general me gustan los hombres más llamativos de la sala).
Mientras caminábamos por la calle casi vacía, él comenzaba a cantar y a bailar, algo que no me esperaba en un primer encuentro. Yo, por mi parte, sólo ansiaba llegar a mi oficina y encerrarme.
¿Conclusión? Otro fracaso total.
Miércoles – La peligrosa
Tras recuperarme de la desvelada , la tarde del miércoles, uno de los chicos me propuso conocerme. Le respondí que si no tenía problema en dejar de ver a la Selección Mexicana por reunirnos, estaba bien.
Ni tarde ni perezoso, el vendedor de profesión, llegó a mi casa. Tenía buenas fotos, pero nuevamente fueron sólo eso. Sin embargo, esto no me impidió continuar con el experimento.
Salimos por una cerveza y viví los momentos más aburridos de mi vida; ni siquiera la peor clase de la carrera los superaría. Durante la primera hora y media, no paró de hablar de sí mismo y de su negocio; mientras, logré bloquear mis pensamientos y concentrarme en la espuma de mi bebida.
A causa del alcohol y el cansancio, cometí el error de agregarlo a LinkedIn, pues inocentemente creí que sería benéfico en cuestión de networking, ya que ambos trabajamos en medios de comunicación.
Después, más a fuerza que de ganas, dije algún par de cosas sobre mí y di por concluida la velada con un “Tengo sueño”. Cuando llegué a casa, estaba cansada y harta, por lo que decidí borrar su número, una acción que me saldría al revés.
A los dos días, me escribió por Whatsapp y lo bloqueé, pensando que esa sería la solución; más tarde, recibí una llamada de un número local para enterarme de que él, tan creativo, había decidido reclamarme. Finalmente, amanecí con un mensaje en LinkedIn que decía “Grosera”. Por supuesto, hoy está del todo bloqueado y espero no volver a saber de su persona.
Jueves – El bebé
Para revivir el conocer a un foráneo, salí con un emprendedor de Hermosillo de bastante buen ver. El más guapo de los cinco, debo admitir. Reímos y nos llevamos bien en un plan muy relajado, hasta que me dijo que tenía 25 años; automáticamente, pasé a sentirme su tía.
Con todo y su peculiar risa, fue entretenido llevarlo a cenar sushi en un lugar completamente nuevo para él. Hubo química y la pasamos bien, pero fue más como si se tratara de mi sobrino de 15.
Viernes – La sui géneris
Esta lleva el nombre a petición del individuo, a quien le confesé el motivo de la cita. Definitivamente, este oriundo de Mexicali era quien más me entusiasmaba y con quien tenía más cosas en común. Además, en alguna de mis visitas anteriores a la aplicación, antes de cerrarla, ya habíamos hecho match.
En pocas palabras, bebimos, cocinamos y platicamos para después perder el control, hecho que la convertiría en la mejor cita de Tinder para ambos. Al terminar, el saldo fue un mechón menos de cabello en su cabeza, al igual del pelo en pecho, un ojo maquillado y los labios de un rojo intenso.
Tuvimos la conexión más divertida y coincidimos en que volveríamos a vernos, pero hasta el momento, el interés ha ido más allá para ambos.
¿Lo que aprendí?
Luego de esta agotadora semana, llegué a la conclusión de que no me gusta conocer gente a través de una red social. Lo hago, sí, porque creo que es una de las pocas posibilidades que le quedan a nuestra generación, en especial para alejarse de círculos profesionales o por el estilo. Curiosamente, tuve una sexta cita con alguien que conocí varios años atrás.
¿Volvería a usar Tinder?
Actualmente tengo la aplicación en mi teléfono, pero estoy considerando borrarla. No sé, puede que después de todo, cinco citas me bastaran para pensar que el amor de mi vida no está al siguiente swipe.
Con información de
ActitudFem]]>