Ni los celos, ni sufrir, ni depender de alguien es amor, por mucho que nos digan los cuentos y películas de princesas con un final feliz. La cultura y la historia han difundido, durante años, una idea falsa del amor entre las parejas, acompañadas por campañas de San Valentín que potencian la visión del romanticismo. La consecuencia más directa es la idealización y aceptar unas creencias que impiden unas relaciones sanas. Asumir siempre la culpa, interpretar en positivo los celos o tolerar comportamientos abusivos pueden llevar a situaciones insostenibles, como la violencia. Frente al amor romántico construido en una sociedad patriarcal y machista, en las redes sociales se reclama un San Valentín más feminista, lejos de tópicos. Diversas especialistas alertan sobre algunas de estas ideas falsas del amor romántico y sus consecuencias.
“El amor NO puede con todo”, por Nuria Varela
“Un mito no es más que una creencia, pero está formulada de tal manera que parece una verdad absoluta. Y, además, muy poco cuestionable”, sostiene la periodista Nuria Varela. Explica que los mitos del amor romántico vienen de hace décadas, con una carga emotiva muy potente que se resisten a la razón, porque “en un momento de la historia tan lógico y tan tecnológico persiste esa parte mágica de nuestra vida que no aguanta el pensamiento crítico”.
Para Varela lo más peligroso es la creencia de que el amor puede con todo: “Ese mito dice que si hay amor verdadero no influyen los obstáculos sobre la pareja. Da igual que no tengan el mismo proyecto de vida, ni compartan los mismos principios, valores o ideales. Da igual si tienen problemas económicos o si una de las personas tiene problemas graves de adicción, por ejemplo, o de comportamiento. Incluso si es violento o no tiene un buen trato hacia su pareja. Todo da igual porque, según el mito, todos esos problemas, aunque sean complicadísimos o incluso requieran atención profesional, se solucionarán si de ‘verdad’ la pareja se quiere”.
La periodista insiste en los errores que puede desencadenar la aceptación de este pensamiento: “Puede ser usado como una excusa para no modificar determinados comportamientos o actitudes, o puede llevar a que ni siquiera se vean graves conflictos de pareja. Ya sabemos que, además, el amor es ‘ciego’”, explica. De esta forma, se dificulta la capacidad de la pareja para afrontar y solucionar sus problemas.
“El amor es histórico y, además, siempre es simbólico. Existe como imaginario, como literatura, como ideología, como norma, como política y, sin embargo, seguimos entrando en él sin poner la razón”, asume Varela. Y recuerda que las nuevas generaciones crecen con estos mitos, que los hacen suyos e “íntimos, sin pensar que están influidos por factores socio-biológico-culturales. Es decir, continúan en ese pensamiento mágico que les hace tener y aguantar parejas inadecuadas o incluso dañinas”.
“En el amor NO todo vale”, por Coral Herrera
“Lo más peligroso del amor romántico es la idea de que es una guerra en la que todo vale. Si en la amistad existen unas reglas, en el amor hay una falta de ética total. Por ello, las parejas se ocultan información o se mienten. Especialmente los hombres, que necesitan defender su libertad y aprenden, rápidamente, que se puede tener todo a la vez (esposa y amantes) siempre y cuando lo oculten”, manifiesta Coral Herrera, escritora y doctora en Humanidades.
Recuerda que nuestro concepto de amor pertenece al “capitalismo patriarcal”, con luchas de poder donde “los hombres llevan las de ganar, porque ellos han sido los principales proveedores de recursos, y esto ha situado a las mujeres en una posición de dependencia”, mantiene. Herrera no se refiere sólo a una dependencia económica, sino también emocional, donde las mujeres han sido educadas para “amar incondicionalmente, entregarnos al amor y aguantar lo que haga falta, perdonar y volver a empezar”.
La especialista advierte que la cultura romántica justifica la violencia con tres ideas: “del amor al odio hay un paso; quien bien te quiere, te hará llorar; o los que se pelean, más se desean”. Por esta razón, Herrera interpreta que terminamos por creer que el amor verdadero implica sufrimiento o que, “como en todas las guerras, la venganza está justificada. Si sufres por amor tienes derecho a ser todo lo cruel que quieras: puedes impedir al «enemigo» el contacto con los hijos e hijas, hundir al «enemigo» en la miseria, ejercer toda la violencia que quieras porque te han destrozado el corazón… Y la prensa lo justificará, explicando que estabas ciego de celos, o roto de dolor”.
Herrera considera que en “la guerra del amor gana siempre el machismo”, donde la mujer queda reducida a un objeto de propiedad con el que hacer lo que deseen. “Nosotras tenemos dos opciones: o ser las sufridoras del amor (las buenas, las entregadas, las sacrificadas), o ser las malvadas que no obedecen los mandatos del amor. Hay poco margen en una cultura amorosa tan violenta y machista. Supongo que si aprendiéramos a querernos bien, desde el respeto mutuo, podríamos evitar tanto dolor y tanto odio; pero hoy por hoy, hay poco amor del bueno en el romanticismo patriarcal”.
“El amor verdadero NO duele”, por Montse Barderi
La filósofa Montse Barderi advierte, desde el comienzo, que “amar significa colocarte en un lugar donde pueden hacerte daño. Esto no es malo, es lo propio del amor”. Pero cuando no existe un buen trato entre los miembros de la pareja, empiezan las heridas. “Tendríamos que aprender a ser heridas una sola vez. Un par de veces, si es necesario, como máximo. Pero la locura es mantenerse en ese dolor indefinidamente, porque siempre iremos a peor”, subraya.
Esta situación, según Barderi, lleva a ideas falsas donde el daño se apropia del concepto ‘amor’: “Mantener una relación de no correspondencia, de maltrato de bajo voltaje, o directamente de maltrato, en nombre del amor, es identificar como amor lo que no es amor. Y luego, para soportar el falso amor, nos creemos unas patrañas que nos esclavizan: el amor todo lo puede, el más alto sacrificio significa lograr el amor, es el amor de mi vida, sin su amor no hay nada, no podré vivir sin él o ella, etc…”
Barderi explica que, de esta forma, sin apenas darnos cuenta, se entra en “una verdad que no se cuestiona y, en nombre de ella, se soporta todo, se somete una misma a una enorme infelicidad. Es evidente que el amor puede y debe soportar la enfermedad del ser amado, un accidente, un proceso de paro, el envejecimiento, y todo lo que acontece al desarrollo de la vida y sus contingencias; pero no duele. Soportar el maltrato, la vejación, la indiferencia, el desamor, la falta de cariño… eso sí que no”.
La filósofa recalca que las consecuencias más dañinas se centran en la incondicionalidad, y la aceptación de que el amor sacrificado es correspondido: “Un amor correspondido es fantástico, pero buscar excusas de amor romántico para soportar lo insoportable es un suicidio personal. El problema empieza en un primer sacrificio que, en vez de aumentar el amor del otro, siempre acaba por verse con permiso para actuar peor. El cheque en blanco solo conduce a ser maltratada cada vez más”, confirma.
Barderi sostiene que, a pesar de la atracción inicial de la relación, tarde o temprano, siempre se descubre la verdad del otro: “Si amas a alguien inmaduro, egoísta, utilitarista… su amor será exactamente así, inmaduro, egoísta y utilitarista. Siempre amamos desde quienes somos”.
“Quien bien te quiere, NO te hará llorar”, por Miguel Lorente
“Quien bien te quiere no te hará llorar… ni te maltratará, ni te matará”, sentencia Miguel Lorente. Por muy obvia que parezca esta reflexión, este médico forense, que fue delegado del Gobierno para la Violencia de Género de 2008 a 2011, conoce muy bien cómo el machismo se justifica con los mitos del amor romántico. “La violencia juega en un doble sentido: como corrección de algo que está mal (te corrijo por medio de la violencia) y como castigo (si haces algo objetivamente mal, que tú misma reconoces o que yo te hago que lo reconozcas, te castigo). Entonces, se normaliza. Por eso hay mujeres maltratadas que dicen que sus maridos les pegan, pero que se preocupan por ellas”, matiza.
Lorente reconoce que la agresión física es el último elemento para dominar una situación que, hasta entonces, se conseguía con la violencia psicológica, a través de la humillación, la culpa o la amenaza. “No es una relación sádica que obtenga placer del dolor, sino que el objetivo de la violencia es controlar, someter y dominar a través del daño. Por eso cabe el romanticismo, y la sociedad dice ‘quien bien te quiere, te hará llorar’. Como si no fuese incompatible la violencia con el amor, sino como un episodio dentro de la relación. El 44% de las mujeres no denuncia porque no considera que la violencia sea lo suficientemente grave”, detalla este especialista.
Lorente explica que el machismo se ha valido de estos mitos del amor romántico para frente a los cambios que incorporaba el feminismo: “Tira de las emociones para consolidar la estructura que estaba siendo cuestionada. En un momento donde se cuestionaba lo más cognitivo, el machismo tira de lo más emocional, los mitos del amor romántico, para proteger esa dependencia, acompañado por una aceptación social de la tradición”.
La violencia genera depresión, baja autoestima, sensación de impotencia, indefensión… y es aquí donde el amor romántico juega un papel fundamental, según Lorente, porque “todo lo que vive la mujer, aunque sea consciente de que la maltrata, en lugar de hacer crítica, lo integra como parte de la normalidad”. Añade, además, que a esto se suma el culpabilizar a la mujer como responsable de la situación, y considerar que ella tiene la solución, como apoyar a su pareja para que cambie.
Para Lorente la clave está no sólo en la educación, sino en la construcción de identidad como hombre y mujer. Porque, según este especialista, “al machismo le preocupa que se puedan construir identidades sobre otras referencias. Y eso pasa por reconstruir la idea de la relación sobre el amor romántico”.
“El amor NO es dependencia”, por Yolanda Domínguez
Yolanda Domínguez, artista visual experta en género, conoce muy bien el impacto de la cultura en la construcción del amor romántico: “Nos han contado desde que éramos niñas que nuestra felicidad sólo se consigue si encontramos una pareja. Los cuentos siempre terminan en boda. La princesa sólo es feliz cuando el príncipe la rescata. La mayoría de los relatos de ficción nos dicen que la felicidad de una mujer pasa por encontrar a un hombre con el que compartir su vida, no por encontrar una profesión que la haga feliz o tener muchas amigas con las que también puede compartir su vida”.
Para Domínguez, esta base cultural manda otro mensaje sobre el rol del hombre como parte “proveedora”, que aporta la solidez económica en la pareja. A partir de aquí, esta artista explica que se platean “dos relaciones de dependencia: la emocional y la económica”.
La dependencia emocional, según Domínguez, tiene una base antropológica porque “los seres humanos somos seres dependientes, necesitamos a los demás para sobrevivir. Pero no nos enseñan que esos lazos también se pueden crear con otras personas”. Por lo tanto, la dependencia emocional es una construcción sociocultural que el propio amor romántico se encarga de prolongar. Domínguez asegura que hace falta otro modelo de amor: “No se puede subsistir sin amor. Por ejemplo, está comprobado que nos afecta hasta físicamente. Pero ese amor no tiene que venir exclusivamente de la pareja. Puede venir de la familia, de los amigos o incluso de compañeros de trabajo”.
La falta de autosuficiencia y de autoestima son las dos peores consecuencias que genera la dependencia emocional. “Es el no creer en que una va a ser capaz de salir adelante en cualquier situación. Una de las mejores cosas que me ha pasado en la vida es haber vivido un tiempo sola. Eso te enseña a conocerte, a confiar en ti. Te da más fuerza. Yo creo que todas las personas deberían experimentar vivir solas un tiempo”, recuerda Domínguez.
Para esta experta, la dependencia que potencia el amor romántico puede ser eliminada si se “cambian los relatos y el imaginario, para mostrar otros modelos de relaciones más diversas y más ricas. Es decir, no dejar que todo el amor provenga de la misma persona porque, cuando esa relación se rompe, se te cae el mundo encima. Vivir un tiempo a solas. Y, sobre todo, ser independiente económicamente. Hay muchas parejas que no son felices y siguen juntas porque económicamente no se pueden permitir vivir solas”.
Con información de Público.[:]]]>