infecciones de transmisión sexual, y un método anticonceptivo de largo plazo para evitar un embarazo no planificado.
1. Con la regla no se puede tener un orgasmo.
Con la regla se puede hacer todo, el único riesgo son las manchas. Por lo demás, la mujer puede bañarse, (contra la creencia de las abuelas, que no se duchaban durante toda la semana de la menstruación); hacer deporte (gracias a la liberación de los tampones y la copa menstrual). Y, por supuesto, se puede hacer el amor. Muchas mujeres manifiestan que perciben incluso más placer, porque la vagina está más sensible y el roce del pene con las paredes vaginales se siente más intensamente. En cualquier caso, con la regla y sin penetración, sea jugando con la pareja o masturbándose a solas, es perfectamente plausible alcanzar un orgasmo, pues depende más bien de la estimulación del clítoris, que puede frotarse por su cara exterior, y de otros muchos factores.
2. Durante el embarazo, ni tocarnos.
Claro que se puede realizar el acto sexual durante los nueve meses de embarazo, hasta algunos primates fornican mientras la hembra está preñada. Otra historia es que resulte incómodo. Primero, porque se ha de encontrar la postura en la que los dos encajen y ella encuentra el obstáculo de la barriga por todos lados. Segundo, porque el proceso de gestación conlleva síntomas como vómitos, náuseas, cansancio, incremento rápido de peso, amenaza de aborto o parto prematuro.
Y eso a muchas les quita las ganas, sin embargo, los sexólogos comprueban en las consultas que va en función de cada individuo, pues hay parejas que, durante el segundo trimestre de embarazo, señalan un aumento del deseo y de la frecuencia coital, y con buscar posturas alternativas al misionero, gozan hasta el trimestre final.
Por otro lado, están los padres en ciernes que temen herir al feto en un empentón, cuando, en realidad, está bien protegido en el vientre materno y el miembro masculino no da como para provocar un aborto. Tampoco lo pueden causar el orgasmo o el semen (por infección del líquido amniótico), sin embargo, hay parejas que creen que, en las últimas fases del embarazo, son peligrosos, dado que las contracciones orgásmicas producidas por la oxítocina o las prostaglandinas del semen podrían acelerar el parto, rumor que no está demostrado.
3. Solo los hombres piensan en el sexo. Ellas, selectivamente.
Partimos de la base de que la especie se ha preservado por el deseo sexual entre géneros, así que, o las mujeres también desean a los hombres, o si no, se están reproduciendo forzadas por ellos.
De manera que sí, las mujeres también piensan en copular, pero para entregarse a la causa necesitan cierta certeza de que van a obtener una rentabilidad sexual, es decir, que van a disfrutar.
4. A las mujeres no les gusta tanto el sexo oral como la penetración.
Cuando se consulta a la población femenina, la mayoría reconoce que le gusta que le hagan un cunnilingus como parte del preámbulo y/o como complemento a la penetración.
Así lo corrobora también, estadísticamente, The National Survey of Sexual Health and Behaviour, de la Universidad de Indiana, en EEUU: «Los hombres tienen más posibilidades de tener un orgasmo durante la penetración vaginal, mientras que las mujeres tienen más posibilidades de tener el orgasmo cuando practican una variedad de actos sexuales y cuando el sexo oral o la penetración vaginal están incluidas».
5. Por detrás no le gusta a nadie… ¡Qué va!
A pesar del tabú, hemos encontrado mujeres para este reportaje que confiesan que el sexo anal «gustar, sí gusta. Por el mismo motivo por el que a algunos no les gusta: porque es un sutil juego de dominación y sumisión. La sensación de placer es igual para todas, otra cosa es que quieran probar», asegura Verónica, 44 años.
Muchas mujeres prueban con sus juguetes sexuales y con lubricante, pero luego se niegan a intentarlo con sus parejas porque, a juicio de Laura Carrión, periodista especializada en sexología, «con un juguete puedes controlar el grosor y la profundidad, vas hasta dónde quieres; mientras que un hombre te puede pegar una embestida brutal. Además, un dildo anal es más fino que un vibrador para la vagina o que un pene».
6. Las mujeres no se masturban, o mienten mucho.
En todos los estudios las mujeres siempre se masturban menos que los hombres, como se puede observar en el gráfico de The National Survey of Sexual Health and Behaviour. Las féminas que lo admiten son muchas menos y con menor frecuencia; es más, no pocas afirman que no se masturban nunca.
Consultamos sobre este supuesto a Alena KH, creadora de la web Intersexciones y explica: «Conozco algunas que no se masturban de verdad, porque no les gusta. Pero tienen relaciones coitales sin parar. Ahora bien, creo que eso del «yo no me masturbo» es un poco como «yo no veo porno», que algunas no lo ven de verdad porque les parece sucio, y otras se lo callan».
En la web Intersexiones encontramos un estudio que sostiene que, «cuando las mujeres se masturban, piensan en alguien con quien todavía no han estado, alguien inalcanzable. Y los hombres, en las ex». Es imposible conocer el porcentaje de féminas que mienten y se acarician a escondidas, pero entre sus argumentos se cuentan el miedo al juicio social y a que sus parejas las tomen por frescas o piensen que ellos no les satisfacen lo suficiente.
7. Con la menopausia, ya te puedes retirar.
El sexólogo Alfonso Antona aclara que «si bien es cierto que las mujeres con climaterio pueden tener algunas modificaciones en su fisiología sexual, esto no significan que no puedan seguir teniendo y dando placer… Tras unos pequeños ajustes y trucos (uso de lubricantes, por ejemplo), su vida sexual puede ser plena, incluso mejor, sobre todo, si aprovecha la liberación y la despreocupación de la posibilidad de quedarse embarazada, de tomar anticonceptivos, de quedar bien durante el coito…»
8. Las ancianas no pueden tener orgasmos.
El ser humano es un ser sexuado desde que nace hasta que muere, y puede disfrutar de su sexualidad desde los primeros frotamientos instintivos contra un peluche por parte de un bebé, que no se deben reprimir según los especialistas, hasta la senectud. Celia Castillo, antigua encargada en una residencia geriátrica andaluza, refiere a múltiples encuentros sexuales entre los clientes, «y algunas mujeres, ya viudas, decían que era la primera vez que tenían un orgasmo a sus ochenta y tantos».
9. Durante la regla no te quedas embarazada.
Esta creencia presupone la absoluta regularidad del período, como si los óvulos bajasen al útero ordenada y puntualmente tal que reloj suizo, cuando factores como el estrés, los desórdenes alimenticios o un disgusto emocional pueden desbarajustar totalmente la periodicidad de la menstruación.
Por eso el método Ogino también carece de base científica, y recurrir a supuestos métodos anticonceptivos como la marcha atrás o el coitus interruptus tampoco ha impedido que la especie se haya multiplicado profusamente durante los últimos siglos. Con idéntica cultura sexual, antaño se inventaron posturas que, teóricamente, evitarían el embarazo, como orinar tras el coito o hacer el amor de pie y luego darse duchas vaginales.
Lo único que evita los embarazos al 100% es la abstinencia, seguida por la ligadura de trompas y la vasectomía, que son métodos definitivos; y, a continuación, en torno al 99%, por el implante, el DIU, la inyección hormonal, la píldora, el parche hormonal y el anillo, que se basan en la combinación de estrógenos y progesterona. El preservativo ronda el 98%. De ahí para abajo, la fiabilidad va en caída libre.
10. Los antojos no tienen relación con las manchas epidérmicas.
Todavía hoy es generalizada la creencia de que, durante el periodo de gestación, el feto puede quedar ‘manchado’ por antojos, traumas, ascos y caprichos frustrados de la madre. La ciencia explica que la formación de esas pigmentaciones curiosas en la piel se debe a la revolución hormonal que tiene lugar dentro del cuerpo femenino, cuyos cambios físicos también conllevan una carencia de electrolitos, vitaminas y minerales, y, por tanto, la apetencia por determinadas comidas.
Con información de El Diario.es
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